“…Vivian horas inimaginables cogidos de la mano en las poltronas de la baranda, se besaban pausadamente, gozaban la embriaguez de las caricias sin el estorbo de la exasperacion. La tercera noche sobre sopor, ella lo espero con la botella sobre anisado (….), necesitaba un poquito de aturdimiento para nunca meditar en su suerte con demasiada lucidez, pero Florentino Ariza creyo que era de darse precio en el paso final.
Animado por esa ilusion se atrevio a explorar con la yema sobre los dedos su cuello marchito, el busto acorazado sobre varillas metalicas, las caderas sobre huesos carcomidos, los muslos sobre venada vieja. La novia acepto complacida con las ojos cerrados, No obstante sin estremecimiento, fumando y bebiendo a sorbos espaciados. Al final cuando las caricias se deslizaron por su vientre, tenia muy anis en el corazon.